Presentación

Resumen

A partir del siglo XVI se fue aprestando la clave para un nuevo saber universal: la matemática. Se estimó que gracias a ella se revelarían todos los secretos de la naturaleza pues,  habiendo sido reducida a espacio o extensión, estaría disponible para un cálculo exacto de todo cuerpo o movimiento natural. Esto es, gracias a la geometría analítica se esperó ofrecer una correlación infalible entre el mundo de la geometría y el mundo de los números. Una vez fijado el modo del conocimiento del mundo, se volvió sobre el sujeto del conocimiento, y fue éste percatado detrás de la duda, pensando y existiendo. Luego, el “yo” cogitativo, intentó abarcar todo lo existente, esto es, la inmensa “máquina” del mundo más el sujeto espiritual que piensa. El resultado fue el surgimiento de una realidad divisa y oscilante, en la que las ciencias dominaron el estudio de la naturaleza, y la filosofía y la religión, con o sin presunciones sobre las teorías científicas, respaldaron en primer lugar al sujeto o persona.

Casi al mismo tiempo, otros teorizantes sospecharon que la mente pensante no era más que un nombre dado a un conjunto de movimientos corporales y la integraron a la gran máquina del mundo. Y, cualquier acto de la cosa pensante se explicó como resultado de movimientos de su totalidad extensa. Es así que, tanto el mundo como la mente humana fueron considerados dispositivos del mismo inmenso “reloj” en movimiento cuyas piezas y mecanismos fueron poblando la Enciclopedia.

Unas décadas más tarde se indicó que la explicación del orden del mundo no sólo se apoya en el desarrollo de la matemática sino asimismo sobre una lógica adecuada que lo fundamentan o acompañan. Es así que ambas ciencias progresaron para bien de la concepción reinante. Pero, a la vez, otro frente múltiple comprendió que, entre el tiempo y la eternidad, el todo es desarrollo dialéctico del espíritu, cuya fenomenología podemos describir “al atardecer”. Por lo demás, fueron rescatando su lugar las artes, la ética, la religión, la historia y saberes individuales y sociales sobre el ser humano. Relacionando estos elementos se abrió la “Weltanschauung” que significa cosmovisión o visión del mundo, que incluye creencias, valores y saberes en una visión general de la realidad.

En la primera mitad del siglo XX ha sido imprescindible el aporte de Husserl (filósofo hijo de las matemáticas) para convocar al pensamiento riguroso al mundo de la vida y a la subjetividad, la intersubjetividad y la elevación ética del ser humano. En el mismo lapso una parte significativa de las ciencias clásicas despierta del sueño mecanicista y se percata en un universo mutable, estocástico y abierto. Se disipan en aquellas ciencias las inalterables certidumbres clásicas y se torna preferente proceder partiendo de conjeturas para alcanzar proposiciones falsables, o construyendo modelos tenaces. A la vez, no faltan las corrientes pragmatistas que fijan como criterio de verdad el puro éxito tecnológico. Asimismo se debe destacar que, en este período, se expande el tema de la vida que favorece el asentamiento de las ciencias humanas, las que se distancian de las ciencias naturales por la incorporación de nuevos elementos metodológicos y animan la reconfiguración del árbol del conocimiento humano.

En la situación actual, al igual que en las etapas mentadas, ninguna concepción logra dar unidad a todo el saber humano: ni las matemáticas, ni las ciencias naturales, ni las ciencias humanas ni la filosofía u otros saberes comprensivos, en sus distintas vertientes. Además, no es extraño en nuestro tiempo que el llamado a la unidad de un saber totalizador, al no ser alcanzado en el horizonte de la ciencia, se entregue a un arte, a una normativa jurídica o política, o a una técnica. Pues bien, la comprensión totalizadora única y sabia no pertenece al arte, pues éste siempre se apoya en una creación visual o auditiva para la contemplación y los sentimientos, esto es, siempre sigue aferrado a una obra concreta y singular. Tampoco se puede articular un saber o sentido universal sobre mandatos legales o normas técnicas.

Sin embargo, no desaparece en cada persona el anhelo de articular un conjunto de ideas fundantes y armónicas para comprenderse a sí misma, a los otros y sus mundos culturales. En otros términos, persiste un llamado del ser, uno, no fragmentado sino participado, que convoca a la unidad. En el silencio y la reflexión, la unidad posible se ofrece a la persona finita no al modo de un compactado de elementos fijos sino como horizonte, situado y temporal, que dona íntima e intersubjetivamente un sentido armónico, es decir sabio. Dicho horizonte se puede esperar y compartir como resultado de un diálogo circular en el cual los distintos saberes, al percibirse simultáneamente como servicios al propio saber específico y a todos los demás saberes, se donan mansamente al bien de cada persona y comunidad cultural. Aquel diálogo no implica que cada ciencia traicione o debilite su saber propio; sólo requiere que cada experto hablante y cada escucha acepten con honestidad la robustez y precariedad de cada saber humano.

Ahora bien, el diálogo supone la disposición de ir al encuentro para hallar la unidad, que depende a su vez del reconocimiento de la diversidad de las ciencias. Más allá de los fundamentalismos o integrismos en la apreciación de los saberes se abre una sana aspiración a una unidad no monolítica de las ciencias (superadora de las matemáticas del siglo XVI y el mecanicismo concomitante) y de los saberes que, en un diálogo abierto y limpio, interdisciplinario y pluridisciplinario, permita a cada saber hallar complementos en los restantes sin declinar sus “verdades” ni la aspiración teleológica a una consistente unidad de los saberes. Por lo demás, el arte, la moral y la religión (que humanizan la inclinación a la belleza, el bien y el misterio santo) no son refugios contra la radiactividad de la ciencia ni huida a cierta irracionalidad sino otros dones de la interminable y armónica donación del ser.

                                                                                                                                                                                                                    La dirección

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2025-08-01

Cómo citar

Presentación. (2025). Persona, 8(14). Recuperado a partir de http://revistas.ucalp.edu.ar/index.php/persona/article/view/452

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